miércoles, 23 de febrero de 2011

[Fiesta de disfraces] by Nagi [Ken x Chikusa]

El Vongola les había invitado a una fiesta de disfraces. La verdad es que, al principio, le habia extrañado el hecho de que invitara a los Kokuyo, pero había aprendido a no extrañarse con las ocurrencias del capo. Tenían que, obligatoriamente, ir disfrazados de forma que no se les reconociera a simple vista. El objetivo, según el bebé arcobaleno, era ''fomentar el compañerismo y reconocerse para afianzar mas los lazos de la familia''.

Cómo sea, habían sido obligados a salir de Kokuyoland y entrar a la base por separado para ''no reconocerse antes de tiempo''. Cuando llega a la sala de baile se queda algo sorprendido. Había bastante gente, de hecho no pensaba poder reconocerlos a todos. De repente ve como el bebé se sube al escenario y habla:

-Ciaossu bueno, como ya sabeis esta es una fiesta de disfraces. El que mas personas reconozca obtendrá un premio. Quiero que sepais que no debeis, y no es un consejo sino una orden, actuar como lo haríais normalmente, y quien lo haga será castigado. Espero que disfruteís de la fiesta.- siempre directo al grano.

La verdad es que él no sabía qué hacer. Nunca había estado en una fiesta y menos de disfraces, asi que anda muy perdido. Ve al arcobaleno vigilando, asique se dispone a actuar, cosa que tampoco sabe hacer. Después de comer, para lo que tiene que reprimirse mucho, se dirige hacia una esquina donde hay algunas chicas esperando a ser sacadas a bailar.

-¿Me concede este baile señorita?-¿había sonado tan pomposo como él cree? Se da asco de solo pensarlo, él no es así y esperaba no llegar a serlo nunca.

-Claro, caballero- ¿esa chica estaba actuando o no? cree reconocer su voz pero no dice nada.

Después de bailar con la chica misteriosa y sacar a bailar a otras dos, se cansa de tanto fingir y hace algo que es mas de su estilo. Se va a la zona del bar, donde pide una copa no-tan-ligera-de-alcohol. Despues de casi media hora y con una borrachera que está empezando a ser significante, ve como se le acerca un tipo. El hombre misterioso pide tambien una copa recargadita. Durante la primera media hora no hablan, pero luego empiezan a confensar lo malo que tiene ser ellos. Moderan lo que cuentan porque Reborn está lo suficientemente cerca para oirlos. Acaba la fiesta despues de que el capo Vongola adivinara al 80% de los invitados. Sin embargo, él no quiere despedirse del hombre enmascarado y al parecer éste es de la misma opinión, asique empiezan a caminar juntos.

Entre los laberinticos tuneles de Vongola no se deberian dejar sueltos, y menos solos, a dos borrachos frustrados con sus vidas, porque pueden ocurrir muchas cosas.

Mientras andan, él va pensando en muchas cosas, por ejemplo, quiere saber la identidad de ese misterioso sujeto. No sabe cómo ni por qué pasa pero lo siguiente que sabe esque le esta metiendo la lengua hasta el esófago. Aquel hombre está correspondiendole, eso es bueno ¿no?. Ni lo sabe ni le interesa, lo unico en lo que puede pensar en estos momentos es en encontrar una habitación vacía. Sus sentidos se difuminan, solo puede saber con claridad que ninguno de ellos se quitan la mascara en ningun momento, y que siente una cantidad de cosas que jamás creyó nunca que podría sentir una persona.

A la mañana siguiente se encuentra solo. Mira a su alrededor y ve que realmente eso no es una habitación. Al parecer es un salón olvidado que ya nadie usa. Se encuentra desnudo, con la mascara todavía puesta, y el hombre misterioso no se encuentra allí. Camina hacia Kokuyoland hecho un mar de dudas ¿quién era ese hombre?, ¿le habría quitado la máscara mientras dormía?, ¿por qué había sentido tantas cosas por un aparente desconocido?. La verdad esque no sabía si quería que sus dudas encontrasen respuesta.

Cuando llega a la cocina de Kokuyoland, por llamarlo de alguna forma, ve a Chrome y a Chikusa desayunando. Ve como ambos estan aparentemente contentos y se ve algo: Chikusa tiene un moratón en la muñeca. De repente se da cuenta: el hombre misterioso también lo tenía, en la misma muñeca.

Sin decir nada, simplemente mirandolos mal, se va a su habitación. Definitivamente tiene muchas dudas que responder y lo ha de hacer solo.

lunes, 21 de febrero de 2011

[Desde el corazón] by Bianchi [YamaGoku]

Todos estaban disfrutando de una agradable cena en la base Vongola después de un largo día de entrenamiento. Sin embargo, los chicos no podían ocultar su agotamiento, Yamamoto incluso cayó dormido en la mesa. Tsuna charlaba animadamente con todos, sin embargo notó a Gokudera demasiado callado. No era que se le viese cansado, sino más bien se le veía distante, en otro mundo, lejos de sus amigos. Tsuna no pudo evitar preocuparse por él.
-Gokudera-kun, ¿por qué no te unes a la conversación? –le preguntó Tsuna.
-Lo siento décimo –respondió Gokudera levantándose de su silla sin haber probado bocado.
Salió de la habitación sin decir una palabra más. Su hermana Bianchi lo observó marcharse con gesto de preocupación y culpabilidad en la mirada, sin embargo, continuó dándole de comer a Reborn como si nada. Tsuna se quedó preocupado por Gokudera y se preguntó si Bianchi tenía algo que ver con lo que le pasaba.
Una vez hubo terminado la cena y las chicas lo hubieron recogido todo, en la cocina solo quedaron Yamamoto (quien todavía estaba durmiendo sin haber probado absolutamente nada de su cena) Tsuna y Reborn, quienes estaban hablando. Aún preocupado por lo que le pasaba a Gokudera, Tsuna se lo hizo saber a Reborn.
-No debes preocuparte por él –le dijo el arcobaleno-. Gokudera ha tenido una infancia difícil, tal vez Bianchi le dijo algo que le molestara para motivarlo más en su entrenamiento.
-¿Infancia difícil? –Tsuna cayó en la cuenta de que no tenía ni idea del pasado de Gokudera en Italia hasta que un día apareció en Japón para ser su mano derecha. Reborn lo sabía, así que asumió que debía contárselo.
-Verás, Gokudera proviene  de una familia mafiosa de Italia –comenzó a contar Reborn-. Concretamente es el hijo del capo, igual que Bianchi. La diferencia entre ellos dos es que Bianchi es la hija legítima del capo, Gokudera no.
Tsuna se sorprendió al oír aquello. ¿Gokudera y Bianchi no eran hijos de la misma madre? ¿Tal vez era aquello lo que hacía que Gokudera tuviese cierto resentimiento hacia ella? (Aparte del largo envenenamiento  en su infancia).
-La madre de Gokudera era una respetada pianista muy famosa en Italia –prosiguió Reborn-. El padre de Gokudera fue cortejándola poco a poco en secreto. Un día ella llegó a la residencia de la familia con un pequeño en brazos, insistiendo en que era el hijo del capo. Ello hizo que le quitaran al niño. El padre de Gokudera le permitió que fuese a ver a su hijo sólo tres veces al año, y no podía decirle que ella era su madre. Bajo estas condiciones, ella visitó a Gokudera durante unos cuantos años. Para Gokudera tan sólo era una mujer encantadora que le enseñaba a tocar el piano –Tsuna escuchaba conmovido la historia de Gokudera mientras Yamamoto seguía inmóvil durmiendo en la misma posición-. Pero un año, la madre de Gokudera murió en un accidente de coche –el décimo Vongola quedó paralizado ante la noticia-. Al parecer alguien manipuló los frenos de su coche, y al ir a ver a su hijo el día de su cumpleaños se salió de la carretera precipitándose al vacío.
-¿Fue cosa del padre de Gokudera? –preguntó Tsuna.
-Seguramente –respondió Reborn, completamente serio-. Pero no hay pruebas de ello. Gokudera se enteró de quién era su madre cuando tenía ocho años, se lo oyó decir a una criada. Fue entonces cuando huyó de casa –prosiguió Reborn-. Pasó los años en la calle solo, sobreviviendo como podía, metiéndose siempre en peleas… Por eso cuando se enteró de que tú ibas a ser el décimo Vongola vino aquí, simplemente para tener un lugar al que permanecer y defender ese lugar hasta la muerte.
-Ya veo… -musitó Tsuna.
-Así que es eso lo que le pasa –dijo Yamamoto, alzando la cabeza de repente.
-¡Ya-Yamamoto! –exclamó Tsuna, sobresaltado.
-Jajaja. Lo siento, Tsuna –dijo Yamamoto-. No quería interrumpir a Reborn, así que hice como que dormía.
Reborn esbozó una sonrisa. Sabía que Yamamoto haría algo por Gokudera para no dejarlo así.
-Bueno, Tsuna, es hora de que sigas con tu entrenamiento –dijo, saltando de repente de su silla y dándole una patada en la cara al Vongola-. Iré a ver como lo haces.
-¡Vale! ¡Pero no hace falta ser tan brusco, Reborn! –protestó Tsuna.
Ambos salieron de la cocina y dejaron solo a Yamamoto. El espadachín comenzó a pensar algo que pudiese animar a Gokudera. Lo cierto era que, con el entrenamiento que estaban teniendo, Gokudera y él apenas habían tenido tiempo de estar juntos, por no decir casi nada, así que no se le ocurría qué podía hacer para que él se sintiese mejor. Falto de ideas, decidió que lo mejor sería ir a hablar con Bianchi. Cenó rápidamente, pues estaba muerto de hambre, y salió corriendo en busca de la hermana de Gokudera.
La encontró en su habitación, una estancia realmente grande. Ella estaba tocando el piano. Paró cuando vio que Yamamoto estaba plantado en la puerta, sin saber si interrumpirla o no. La muchacha tenía una ligera idea de por qué había venido a verla.
-Esto… Hola –dijo Yamamoto, sin saber muy bien cómo plantearle el tema-. Reborn me contó lo sucedido con Gokudera y su madre…
-Sí, me imagino que lo contó a las personas más importantes en la vida de Hayato –respondió ella, esbozando una leve sonrisa-. Lo cierto es que quiero que se esfuerce en este entrenamiento, es por ello que herí sus sentimientos.
-Ya veo… -dijo Yamamoto-. La cosa es… Me gustaría prepararle una sorpresa para que estuviese más animado, pero… -Yamamoto bajó la mirada, apenado-. No se me ocurre qué podría hacer yo.
Bianchi cerró los ojos, sonriendo. Se levantó del asiento del piano y puso una mano sobre el hombro de Yamamoto.
-Aunque no lo demuestre, Hayato agradece mucho que estés a su lado lo máximo posible –dijo ella-. Pero hay veces en las que es muy difícil hacer que vuelva a ser él mismo…
-¡Pero tiene que haber alguna forma! –protestó Yamamoto, obstinado en creer que debía hacer lo que fuese para animar a Gokudera.
-¿Qué estarías dispuesto a hacer por él? –preguntó Bianchi-. ¿Hasta dónde llegarías?
-Yo… Daría hasta mi vida por él –respondió Yamamoto con firmeza en la mirada-. Haría lo que fuese por volver a ver su sonrisa.
Bianchi sonrió, satisfecha. No iba a dejar al alcance de cualquiera la forma de acceder al corazón de su hermano, ya que, aunque no fuesen hijos de la misma madre, ella lo quería y se preocupaba por él. Sabiendo que podía confiar en Yamamoto, fue hacia su escritorio y sacó de uno de los cajones una partitura. Se la entregó al muchacho.
-Es una canción que le tocaba su madre cuando era niño –le dijo-. Es una nana.
Yamamoto miró la partitura. Entendía lo que Bianchi esperaba de él. No tenía ni idea de cómo tocar un piano, pero por Gokudera aprendería a tocar hasta la flauta travesera si hacía falta. Inmediatamente se sentó en el banquete del piano y comenzó a mirar las teclas. Bianchi lo observó atentamente durante cinco minutos, hasta que se apiadó de él y le dijo qué tecla era cada nota. Con esta pequeña ayuda, Yamamoto comenzó a tocar el piano, aunque con torpeza.
-Me parece que hoy me buscaré otro sitio donde dormir –dijo Bianchi, satisfecha-. Que tengas suerte, Yamamoto.
El chico no contestó, estaba demasiado concentrado en aprender aquella nana para que Gokudera volviese a sentirse bien. No importaba cuanto le costase, Gokudera volvería a sonreír. Pasaron los minutos y las horas, Yamamoto no durmió aquella noche, pero todo aquel esfuerzo dio sus frutos, ya que había logrado aprender la nana de Gokudera a la perfección. No perdió el tiempo y salió corriendo de la habitación en busca de Gokudera.
Lo encontró en la biblioteca, dormido sobre un montón de libros. Yamamoto se acercó, sin saber si debía o no despertarle. Las gafas se le habían torcido y mechones de pelo se habían soltado de su coleta. Yamamoto no pudo evitar pensar que estaba hermoso de todas formas. Alargó la mano para quitarle las gafas y que durmiese más cómodamente, pero entonces Gokudera se despertó.
-¿Se puede saber qué haces aquí, idiota del béisbol? –preguntó Gokudera de mal humor, incorporándose mientras se frotaba los ojos y se colocaba bien las gafas.
-Siento haberte despertado –respondió el otro.
-No, está bien –dijo Gokudera desperezándose-. He de seguir con esto.
-Gokudera…
-¿Qué quieres? –preguntó con esa brusquedad que era tan típica en él.
-Tan sólo ven.
Yamamoto lo cogió de la mano y lo llevó fuera de la biblioteca. Al principio Gokudera protestó, pero viendo que no le quedaba otra, decidió que era mejor dejar que Yamamoto le mostrase lo que fuese para luego volver a concentrarse en el trabajo. Se percató de que iban hacia el cuarto de Bianchi.
-Eh, espera, yo no quiero entrar ahí –dijo Gokudera, deteniéndose en la puerta.
-No estará ella, te lo prometo –insistió Yamamoto-. Tan sólo ven.
A regañadientes, Gokudera siguió a Yamamoto al interior del cuarto de su hermana. Lo hacía simplemente porque él le importaba, y sabía que llevaban un tiempo distanciados. Pasar por lo menos un poco de tiempo más juntos antes de volver al entrenamiento. Pasar algo de tiempo juntos antes de infiltrarse en la base Mellone, porque quién sabía si iban a poder regresar.
Se sorprendió cuando Yamamoto se sentó en el banquete del piano de su hermana. Gokudera se sentó a su lado, preguntándose cuando había aprendido Yamamoto a tocar el piano. Cuando éste último comenzó a tocar, abrió los ojos con sorpresa al reconocer la melodía que tocaba. Sus ojos se llenaron de lágrimas, sus puños se cerraron mientras él se contenía por no llorar, aunque era inútil. Yamamoto seguía tocando, tocaba con el corazón para que Gokudera se sintiese bien, para que Gokudera se diese cuenta de que no estaba solo, de que no volvería a estar solo nunca más. Yamamoto estaba entregando su corazón a Gokudera con aquella pieza de piano, igual que su madre lo había hecho tiempo atrás cuando la tocaba para él.
-Ya… Yama… moto… -musitó Gokudera.
Yamamoto terminó de tocar elegantemente y posó una tierna mirada sobre Gokudera, quien apenas podía ver nada debido a las lágrimas. Yamamoto pasó un brazo sobre sus hombros y lo atrajo hacia él en un cariñoso y tierno abrazo que hizo que Gokudera se deshiciese en lágrimas finalmente. Yamamoto lo abrazó fuertemente.
-Gracias… -susurró Gokudera, más calmado- Yamamoto…
-Yamamoto no es feliz si Gokudera no es feliz –musitó Yamamoto acariciando el cabello plateado de Gokudera.
-¿Cómo lo supiste…?
-Tu hermana me dijo como –respondió-. Sabes que ella también te quiere.
-Sí… Más tarde se lo agradeceré –dijo Gokudera, sin soltarse del abrazo de Yamamoto.
Yamamoto sonrió, satisfecho. Al parecer, Gokudera ya se había desahogado, ya se sentía mejor y no le guardaba rencor a su hermana por lo que fuera que ella pudiese haberle dicho. Permanecieron así sentados, en silencio, durante un rato.
-Gokudera…
-¿Sí?
-Te amo.
-Yo también –dijo, tras unos segundos de duda, pues no era un chico muy dado a expresar sus sentimientos.
-Pase lo que pase en la base Mellone, Gokudera… -prosiguió Yamamoto-. Regresaremos.
-Sí…
-Y… Volveré a tocarte esta canción…
…Una canción cargada de sentimiento…
…una canción nacida del corazón…
…de las personas que más te aman en el mundo…
…una canción que es para ti, Gokudera…
…de tu madre…
                                                                                                    …y de mí.



lunes, 14 de febrero de 2011

1ª parte [Especial San Valentín] - By Lal - [Todos]


Tsuna apoyó la cabeza sobre su mano mientras contemplaba por la ventana del aula los cerezos del instituto. Al fin San Valentín, al fin el día que con tantas ansias había esperado durante el comienzo de febrero. Sin embargo… ¿Se atrevería a decirle a Kyoko lo que de verdad sentía…? Si es que sentía algo por ella. Últimamente, se había planteado si la hermana de Ryohei merecía su amor, o simplemente una amistad íntima.

Sacudió la cabeza, intentando poner en orden sus pensamientos, y miró a Gokudera, el cual estaba dos asientos más adelante a su derecha. Él era la razón por la que dudaba entre Kyoko y él. Siempre había estado a su lado, atendiéndole, animándole, cuidando de él como si fuera su tesoro más preciado. Y aquellos pequeños detalles, Tsuna los apreciaba mucho.

Unas horas más tarde, la campana del instituto dio por finalizadas las clases. Tsuna, al pasar por el lado de Gokudera, le dejó un pequeño sobre blanco sobre la mesa y, con la cara sonrojada, corrió hasta salir del aula. Gokudera abrió el sobre, preguntándose qué habría escrito su tan estimado Décimo.

Te espero bajo los cerezos del instituto esta tarde, a las seis y media. No faltes, por favor”.

Mientras tanto, en otra parte del mundo, concretamente en Italia, los Varia descansaban en su mansión tras una temporada de arduas misiones. Bel estaba haciéndole la puñeta a Mammon, mientras que Levi y Lussuria discutían sobre quién debía ser el próximo capitán de estrategia en caso de que el actual muriera. Por otro lado, Squalo se había puesto a trabajar en el jardín con el pecho completamente al descubierto, a la vez en que Xanxus lo contemplaba desde el balcón con una mirada insinuante. El jefe de los Varia tenía unas vistas espectaculares.

-Eh, escoria –le llamó desde donde se encontraba, mirándole con una sonrisa poco habitual en él.

-¿Hm? –Squalo se giró secándose el sudor de la frente.

-¿Qué diablos estás haciendo? Se supone que estas vacaciones os las he dado para descansar, no para estropear ese cuerpo tan exquisito.

-¡VOOOOOOOOOII! ¡Haré lo que me dé la gana en las vacaciones!

-Pero no has contestado a mi pregunta. ¿Qué diablos estás haciendo?

-Hmm… No te importa.

-¿Uh? No irás a regalarme rosas, ¿verdad? Hoy es el día de San Valentín.

Había dado justamente en el clavo. Squalo desvió la mirada, escondiendo tras de sí el ramo de rosas que antes, accidentalmente, había dejado al descubierto. Sin embargo, la reacción de su jefe fue muy inesperada para él: de un salto, Xanxus se plantó delante de él y le cogió el ramo de rosas, oliéndolo sin dejar de mirarle con ese brillo en sus ojos tan lleno de lujuria reprimida.

-Estate listo para esta noche… Va a ser muy especial para ambos –le susurró.

Y dicho esto, guiñándole un ojo a Squalo, Xanxus dio media vuelta y entró en la mansión con las rosas rojas en la mano, aferradas como si fueran a arrebatárselas en cualquier momento.

De nuevo en Japón, Hibari deambulaba por Namimori hasta que llegó al sitio indicado en la carta: un parque infantil. Miró a su alrededor, esperando con impaciencia a que él apareciera. Sabía que tardaría un poco más de la hora quedada por su habitual torpeza, pero si tardaba más de lo pensado, se marcharía sin más, aunque con una gran pena en su frío corazón. Sabía que él era el único capaz de alegrarle los días, y si le dejaba plantado el día de san Valentín, no se lo perdonaría.

Era un día cualquiera para él, tan solo un día en el que se consumía más de lo habitual. Pero Dino le había prometido darle una pequeña sorpresa en esa fecha, y si el caballo salvaje podía sorprenderle, significaba que su relación a escondidas cambiaría para mejor.

sábado, 12 de febrero de 2011

5ª parte [Especial fin de año] by Bianchi [Todos con todos]

Y aquí el finaaal!! Siento haber tardado tanto, de verdad n_n. Sé que es de fin de año y estamos en febrero jajaja ^^. Gomeenn!!

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En uno de los pasillos de la parte trasera del local, Coronello ha encontrado a Reborn y a Lambo y se dispone a ayudar al primero. Por el camino encuentran una habitación que les vendrá bien para que nadie que pudiese pasar por el pasillo les viese. Una vez hubieron entrado, Reborn se quitó la americana y Coronello la chaqueta. Lambo los miraba, asustado, prisionero de las cuerdas de Reborn.

-¿Qué… Qué vais a hacer? –preguntó.

Ellos no respondieron, se miraron mutuamente con una sonrisa de complicidad mientras se acercaban al chico, Coronello quedándose delante y Reborn detrás. El último le bajó los pantalones a Lambo y Coronello terminó de quitárselos. El rubio abrió la camisa de Lambo y comenzó a lamerle los pezones, dando de vez en cuando pequeños mordiscos que hacían gemir a la vaca. Reborn entre tanto se bajaba los pantalones y buscaba con su miembro la entrada a Lambo. Éste quería resistirse, pero lo tenía imposible. Reborn comenzó a embestirle con firmeza y él no tuvo otra opción que dejarse mientras Coronello le acariciaba su glande.

-Mal… Maldito… Reborn… -musitó Lambo como pudo.

Mientras tanto, en la despensa, Dino ya ha llegado y se había encontrado a Hibari temblando de agotamiento tratando de subirse los pantalones. Al principio le chocó un poco la imagen, pero luego sonrió y se desabrochó el cinturón con una mirada de perversión hacia Hibari.

-No hace falta que te los subas, Kyoya  -le susurró Dino, colocándose tras él sujetándole las manos mientras lo ponía cara la pared-. Decías que me echabas de menos, ¿no? Pues bien, te compensaré por todo ahora mismo…

-… -Hibari no sabía cómo reaccionar, además estaba aún exhausto y apenas podía moverse, pues Dino lo aprisionaba contra la pared.

-No te preocupes… Lo haré con delicadeza –le prometió Dino.

Primero le metió dos dedos, luego tres, y luego procedió a meter su glande dentro de él con suavidad para que le doliese lo menos posible. Mientras hacía esto, le daba besos al cuello y a la nuca, haciendo que Hibari se sintiese más querido que cuando había estado con Yamamoto minutos antes. Dino lo embistió suavemente, no como había hecho con Gokudera y Tsuna. Lo hizo suavemente y despacio todo el rato para que su querido Kyoya disfrutase con él.  El sentimiento que había entre ambos hizo que aquello fuese más mágico. Continuaron un rato más hasta que ambos se vinieron juntos. Una vez hubieron descansado, Dino le dijo que era casi medianoche, que debían volver.

-No me gustan las multitudes –respondió Hibari.

-Ya, ya… -respondió Dino con dulzura-. Podemos celebrar el fin de año aquí, si quieres, tengo reloj.

Hibari cerró los ojos y se encogió de hombros.

-Me parece bien…

Cuando Ryohei y Xanxus vuelven al interior, los ojos del jefe de los Varia se posan en Tsuna, que acaba de salir de la ilusión de Mukuro. El Vongola le devuelve la mirada y sabe qué es lo que quiere. Ryohei ya había pagado por su culpa, esta vez iría él para que ninguno de sus amigos cayese en sus garras. Xanxus sonrió al ver que Tsuna se acercaba sin rechistar.

-Veo que has sido listo… -dijo.

-Mientras no toques a ningún Vongola más… Haré lo que sea.

-Entonces perfecto.

Salieron otra vez a la limusina Varia, donde tendrían más intimidad. Tsuna de camino se fue quitando la sudadera, para alegría de la vista de Xanxus.

-Carne fresca –dijo.

Cerró la puerta de la limusina tras él y pasó a la acción enseguida. Sin detenerse un segundo le bajó los pantalones y le introdujo dos dedos mientras que con la otra mano se desabrochaba sus pantalones. Xanxus no se andaba con rodeos, en cuanto se hubo deshecho de sus pantalones le introdujo su miembro a Tsuna y lo embistió con fuerza como lo había hecho con Ryohei. Al parecer le tenía muchas ganas a Tsuna, quien no cesaba de gemir y gritar, ya que Xanxus tenía mucha fuerza sobre él. Aun con todo, aquello le gustaba en cierto modo. Había probado de todo aquella noche. Sin embargo, no duró mucho más, y Xanxus le hizo venirse varias veces antes de que él lo lograse.  Ni siquiera se miraron cuando salieron de la limusina para volver, ya que era casi medianoche.

Tsuna vio a Ryohei sentado en una silla, pensativo, y se sentó a su lado, lamentándose por que hubiese tenido que pasar aquel mal trago.

Cuando Yamamoto y Gokudera hubieron terminado respectivamente con sus parejas, se encontraron en el patio, ya que Gokudera había salido a fumar un cigarro y Yamamoto se había quedado allí con sus pensamientos. A pesar del frío, Gokudera se sentó contra la pared. Yamamoto se sentó a su lado y rodeó sus hombros con el brazo.

-Ha sido una larga noche, ¿verdad? –le dijo con su optimismo de siempre.

-Demasiado larga –respondió Gokudera.

-No deberías fumar…

-¿Y eso a ti qué te importa?

-Me importas tú, Gokudera.

Poco después, Gokudera apagó el cigarrillo y se recostó en Yamamoto, mirando al cielo. Faltaban apenas unos segundos para medianoche, en el interior se  escuchaban exclamaciones de júbilo y celebración, pero era allí donde ambos querían estar, fuera, tranquilos, solos, con la persona que era más importante para ellos respectivamente. Se escucharon las campanadas que daban la señal del inicio de un nuevo año.

-¿Estarás este año a mi lado, Gokudera?

-Sabes de sobra que sí –respondió el otro con su habitual parsimonia.

-Me alegro entonces.

Yamamoto tomó la barbilla de Gokudera y lo besó con ternura bajo un cielo inundado de fuegos artificiales.

miércoles, 9 de febrero de 2011

[Goku-Neko] by YukaTsuki [YamaGoku]

Y bueno, yo soy nueva >///<
Soy YukaTsuki y vengo a deleitaros con un par de OS de YHR!
El primero es de Yamamoto x Gokudero =)
Espero que os guste >.<

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Goku-Neko
– ¡Me niego!
– Jajajaja. Realmente te pegan.
– ¡No!
– Yamamoto, ¿no será mejor dejarlo?
– Ni hablar. Una apuesta es una apuesta.
– ¡Pero esto es demasiado!
– Pero si te quedan genial. Sin duda, seguro que has sido un gato en otra vida.
Gokudera no podía más que sonrojarse y negar rotundamente que las orejas del mismo color de su pelo que llevaba puestas no le pegaban en absoluto dijera lo que dijera Yamamoto. Tsuna no podía evitar pensar lo mismo que el pelinegro pero no osaría decirlo para no molestar al ahora Goku–neko.
– ¡Encima haberme hecho ir así al instituto!
– No puedes quitártelas hasta que pase el día.
– ¡Maldita sea! ¡Me voy a mi casa!
– ¡Ni hablar! – Yamamoto frunció el ceño – ¡Eso es un sinónimo de huir!
– ¡No me llames cobarde!
– Chicos, chicos – Tsuna sonrió mientras los miraba – Vamos a mi casa y así nos aseguramos de que Goku–neko lleva las orejas todo el día.
– ¡Décimo capo, ¿tú también?!

Era agotador. Llevar las orejas le resultaba agotador. No solo porque todo el mundo se reía de él, sino porque encima le exigían que se comportara como un verdadero gato, así como habían apostado Gokudera y Yamamoto el día anterior. «Aprenderé la lección» pensó Gokudera. Y aparte de todo eso, no hacían más que llamarlo “Goku–neko, Goku–neko” todo el rato. Pero por suerte, el tiempo pasaba y, aunque el día hubiera sido muy largo, finalmente llego a su fin y ahora se encontraba andando con Yamamoto por las calles iluminadas por las farolas y tapada por la negra noche y una luna brillante y hermosa.
– Hoy ha sido un día divertido – suspiró Yamamoto satisfecho.
Gokudera solo remugó para sus adentros y giró por la esquina para hacer más largo el camino. Yamamoto sonrió y giró a su lado mientras adelantaba su mano para coger la del peliblanco. Éste se sonrojó levemente y miró al lado opuesto del moreno, entrelazando los dedos con los de él.
– Mira que hacerme llevar unas orejas durante todo el día… – murmuró aun molesto.
– Pero si te quedan muy bien.
– No me quedan bien – reprochó Gokudera en un sonrojo.
Yamamoto se limitó a reír.
– Goku–neko…
– ¡No me llames así! – gritó el peliblanco dirigiéndole la mirada.
Pero Yamamoto solamente ignoró la orden y continuó hablando:
– ¿Puedo ir a tu casa hoy?
Gokudera se sonrojó levemente y si, realmente las orejas fueran suyas, se hubieran encogido por la timidez.
– ¿H–Hoy? ¿Por qué?
Yamamoto sonrió y le abrazó por los hombros para atraerlo hacia él sin dejar de andar. Le besó la oreja con suavidad y le susurró:
– Quiero disfrutar de un Goku–neko hasta el fin del día.
– Maldito friky del béisbol… – murmuró el peliblanco sin nada que reprochar.

– Pasa – murmuró Gokudera después de abrir la puerta, dando paso a Yamamoto a su casa.
Pero el pelinegro ya había entrado con total libertad. Gokudera no pudo hacer más que ver como él se adentraba en su casa como si fuera la suya y sonrió levemente sintiendo como una especie de calor agradable invadía su pecho. Cerró la puerta detrás de él, se quitó los zapatos y dejó las llaves sobre la estantería que había al lado de la puerta. Se adelantó al salón para encontrar a Yamamoto acomodado sobre el sofá, con los ojos cerrados y la cabeza mirando hacia el techo, acomodada en el respaldo. Gokudera tuvo un pálpito en el pecho y se acercó al sofá por un costado para empezar a gatear sobre los cojines del mismo mueble. En cuanto Yamamoto abrió los ojos para mirarlo, notó la húmeda y cálida lengua de Gokudera lamer la comisura izquierda de sus labios.
– Ah… – murmuró sorprendido.
Gokudera solo bajó el rostro avergonzado de sí mismo por haberse dejado llevar por ese estúpido impulso y esas malditas orejas que llevaba sobre la cabeza.
Yamamoto sonrió y le rascó suavemente la barbilla con la punta de los dedos.
– Serás mi gatito hasta que acabe el día.
Gokudera apartó la mirada aun sonrojado.
– Con una condición… – murmuró.
Yamamoto sonrió y le besó la mejilla.
– ¿Qué condición?
Gokudera le miró fijamente a los ojos.
– Que mañana seas tú mi gatito…
Yamamoto rió levemente y le acarició las orejas.
– Solo si me dejas realmente satisfecho.
Gokudera frunció levemente el ceño y se lo tomó como a un reto. Realmente se le antojaba tener a Yamamoto con unas lindas orejas de neko como las suyas y que lo siguiera de aquí para allá como un gato sigue a su dueño. Se le ocurrían mil cosas que hacer con él en su versión neko, así que sin duda lo dejaría bien satisfecho.
Se acercó más a Yamamoto y empezó a lamer sensualmente sus labios, sin juntar sus labios con los de él, limitándose solo a darle pequeñas y breves pinceladas con su lengua.
Yamamoto no pudo más que estremecerse y abrir sus labios para sacar su propia lengua y así poder saborear la de ese gato curioso y peliblanco que no dejaba de lamerle la boca. Realmente era excitante, muy excitante, ver a Gokudera comportarse como si se tratara de un minino.
Gokudera lamió intensamente la lengua de Yamamoto cuando este la sacó hacia afuera y arañó su ropa para quitársela, desabrochando los pantalones del pelinegro sin dejar de lamerle.
– Eres un gato muy agresivo… – jadeó Yamamoto cuando sintió las uñas del peliblanco en su piel.
– Nunca he dicho que sea un gatito dócil…
Yamamoto sonrió, observando con detenimiento como Gokudera se echaba ligeramente hacia atrás, arrodillándose en el suelo, y se estremeció cuando sus manos rodearon su plena erección. Se mordió el labio cuando observó como ese salvaje y lindo neko se acercaba su miembro y empezaba a lamerlo como si se tratara de un dulce caramelo. No evitó ningún gemido y acarició las mejillas del peliblanco disfrutando plenamente de esa placentera lengua que lo saboreaba lentamente.
Gokudera disfrutaba mucho más de ver el rostro de Yamamoto lleno de placer que de lamer su miembro, ya que hacerlo suponía rebajarse ante el pelinegro, pero realmente olvidaba todo aquello cada vez que lo oía gemir de placer, haciendo que él mismo se estremeciera y se excitara todavía más.
– Ah… Gokudera… – jadeó Yamamoto.
Y lo apartó de su miembro de un tirón mientras suspiraba con profundidad. Gokudera se relamió los labios dirigiéndole sus ojos y el pelinegro no pudo más que tener un sobresalto ante ese gesto tan sexy y lascivo.
– Ponte a cuatro patas, Gokudera.
Gokudera se sonrojó ante la orden tan directa pero, sin dejar de pensar en que al día siguiente Yamamoto sería el postrado, se dio media vuelta y obedeció colocándose a gatas sobre el suelo.
El pelinegro se levantó rápidamente del sofá y bajó los pantalones de Gokudera de un tirón juntamente con su ropa interior. Alzó suavemente la camisa del peliblanco para besar sutilmente su espalda al mismo tiempo que sujetaba su miembro erecto y rozaba con su glande en el ano del Gokudera.
Gokudera se estremeció arqueando su espalda a medida que el miembro de Yamamoto iba hurgándole por dentro, invadiéndole lentamente hasta llegar a lo más hondo de su ser. Gimió y jadeó con leves lágrimas en los ojos por el suave dolor que fue convirtiéndose en placer gradualmente, a medida que el pelinegro le embestía. Era algo indescriptible, algo que solamente él podría hacerle sentir. Le llenaba. Hacía que le hirviera la sangre por dentro y que no pudiera más que desear sacar todo ese placer que se acumulaba por momentos.
– Y–Ya…Yama…moto… – jadeó el peliblanco apenas incapaz de vocalizar palabra.
Yamamoto agarró a Gokudera por el pecho para alzarlo y, girando su rostro a un lado, le besó con ansia sin dejar de penetrarle rápidamente, sintiendo como llegaba al éxtasis. Sujetó la erección del peliblanco y comenzó a mover la mano rápidamente haciendo que éste se encogiera y gimiera en su boca incapaz de controlarse.
Ambos se corrieron al mismo tiempo. El peliblanco sobre la mano de Yamamoto y éste dentro de Gokudera. Ambos jadearon y se tumbaron en el suelo exhaustos. Yamamoto rodeó el cuerpo de Gokudera con el brazo para acercarlo a él y besarle la mejilla. El peliblanco solo se sonrojó levemente y refunfuñó.
– Esto es zoofilia, ¿lo sabías?
Yamamoto rió levemente y le besó los labios suavemente.
– No puedo resistirme ante un neko tan tentador y lindo.
– ¡No soy lindo!
– Quizá te compre un cascabel.
– ¡Cállate, friky del besibol!

– ¿Qué son esas orejas Yamamoto? – Tsuna no podía dar crédito al ver al pelinegro con unas lindas orejitas de gato del mismo color de su pelo.
– Hoy me ha tocado ser el gato a mí.
– ¿Acaso apostasteis algo ayer?
Y no hubo respuesta esa pregunta. Gokudera pegó una calada a su cigarro y miró de soslayo al ahora Yama–neko que parecía disfrutar plenamente su nueva personalidad. «Maldito friky del beisbol» pensó el peliblanco pensando en lo que le haría hacer después de terminar las clases.
– Jajaja. A ti también te quedan muy bien las orejas – murmuró el décimo capo Vongola, riendo ante los gestos gatunos de Yamamoto.
– Eh, Gokudera – lo llamó Yamamoto.
Gokudera le miró de reojo.
– ¿Qué, Yama–neko?
Yamamoto sonrió, se acercó a él y lamió lentamente sus labios en un gesto divertido.
– ¿Me darás luego un poco de leche?
Gokudera malpensó en cuestión de segundos y se sonrojó de golpe. Tsuna también se ruborizó ante el gesto de Yamamoto a Gokudera.
– ¡Maldito friky del beisbol!
– No sabía que vosotros dos… – Tsuna miró a un lado.
– ¡No se mal piense décimo capo!
– Nya~


jueves, 3 de febrero de 2011

4ª parte [Especial fin de año] by Bianchi [Todos con todos]

Ya la penúltima partee!!! La siguiente será la última ^^. Ya he tardado mucho con esto, lo sé XDD.


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Unos fuertes golpes sonaron en la puerta del local. Ryohei, quien se había quedado tomando algo de beber, se preguntó quién podía ser, pues el local estaba cerrado por fiesta privada. Dejó su vaso sobre la mesa y fue a abrir la puerta para decirle a quien quiera que fuese que se marchase.

-¡Oiiii! ¡Abrid la puerta! –se escuchó una potente y enérgica voz proveniente desde fuera.

-¡Oiiii! ¡Esto es una fiesta privada! –respondió Ryohei a voz de grito también.

-¡Estúpido! ¡Tenemos invitación! –gritó la otra voz.

-¡¿Invitación extrema?! ¡Entonces enséñamela! –replicó Ryohei gritando.

Abrió entonces la puerta de golpe y se encontró cara a cara con tres de los Varia: Xanxus, Squallo y Belphegor. Ryohei enmudeció, sin saber muy bien qué hacer con ellos. Squallo le plantó entonces la invitación en la cara.

-¡Vale! ¡Vale! ¡Podéis entrar! –protestó quitándose el papel de la cara-. ¡Pero cuidado con lo que hacéis!

-¡Oiiii! ¡¿Cómo te atreves a decir eso?! –replicó Squallo-. ¡Vas a enterarte de quién soy yo!

Squallo hizo ademán de ir a encararse con Ryohei pero Xanxus lo agarró del hombro y lo detuvo. Squallo miró a su jefe con cara de no entender, pero cuando Xanxus esbozó una sonrisa siniestra, supo que era mejor no interferir. Squallo retrocedió y Xanxus ocupó su lugar mirando fijamente a Ryohei, que no entendía nada.

-Pareces un chico fuerte –dijo Xanxus con una sonrisa-. Me pregunto hasta dónde eres capaz de llegar.

-¿Qué estás diciendo? –gritó Ryohei sin comprender nada-. ¡Yo soy extremamente capaz de llegar a donde sea!

-Me gusta ese fuego en tus ojos –Xanxus sonrió más aún con satisfacción-. Hace tiempo que no me  divierto en condiciones…

El jefe de los Varia avanzó hasta quedar a pocos centímetros de Ryohei, lo cogió por la camisa y lo levantó hasta que quedó a la altura de sus ojos. El boxeador se resistió como pudo, pero Xanxus lo había cogido por sorpresa. No tenía forma de escapar. A Ryohei no le gustaba la forma con la que Xanxus lo miraba, como si fuera un trozo de carne con el que poder jugar antes de comérselo. Detrás de él, Bel y Squallo lo observaban, divertidos, y luego fueron a inspeccionar la sala. Xanxus se llevó a Ryohei a un lugar más privado: la limusina de los Varia.

Entretanto, la ilusión que cubría a Mukuro, Ken y Chikusa llegaba ya a su fin con ellos ya vestidos. Justo en ese instante, entraban de nuevo Tsuna, Gokudera y Dino, los dos primeros con las mejillas sonrojadas y Dino con una sonrisa de satisfacción en el rostro. Miró a su alrededor en busca de Hibari hasta que recordó que había quedado con él en la despensa. Se disculpó entonces con los demás y se adentró en el pasillo. Tsuna y Gokudera no se miraban a la cara. Entonces el décimo Vongola reparó en la mirada que Mukuro tenía fija en él. Había algo en aquel tipo que atraía incontrolablemente a Tsuna y que al mismo tiempo le hacía desconfiar. Mukuro era realmente un gran misterio por resolver.

Como Gokudera parecía estar sumido en sus pensamientos todavía, Tsuna avanzó en dirección a Mukuro, atraído por un aura de seducción que provenía del muchacho del pelo morado. Mukuro lo observaba acercarse sonriendo. Estaba solo, Ken y Chikusa habían ido al baño para lavarse un poco, con lo cual no hacía más que poner las cosas más fáciles. En cuanto estuvo a unos pocos metros de Mukuro, éste los envolvió en una nueva ilusión.

-Tardabas en venir a verme, Sawada Tsunayoshi –dijo, soltando su peculiar risita.

-Mukuro… -Tsuna parecía completamente hechizado por el ilusionista, y no era de extrañar, Mukuro era un hombre realmente atractivo-. Me sorprende que hayas venido a la fiesta.

-Chrome necesitaba tomarse un respiro –respondió el otro-. Y llevaba un largo tiempo aburrido… Sin ver todos.

-Entiendo –respondió Tsuna-. Yo también estaría deseando ver a mis amigos.

Mukuro esbozó una sonrisa. Amigos. Le hizo gracia escuchar aquello. Se levantó de la silla y se acercó a Tsuna, elminando la distancia existente entre los dos. Sus miradas se encontraron. Tsuna estaba como hipnotizado, Mukuro estaba complacido. Acarició el rostro de Tsuna con suavidad sin borrar la sonrisa de su cara. Deslizó la otra mano por debajo de su camiseta, acariciando su abdomen y su pecho con una suavidad que hizo que el Vongola décimo se estremeciese. El guardián de la niebla besó su cuello lentamente, haciendo que Tsuna se estremeciese en cada recoveco de su ser. Sabía que iba a ser un momento intenso como los que había tenido hace un momento.

Mientras tanto, en el baño, Ken había vuelto a quitarse la camiseta para examinar si tenía alguna marca en el cuerpo. Chikusa entretanto cerraba la puerta. Ken seguía mirándose en el espejo cuando Chikusa lo rodeó por detrás. El rubio se sobresaltó.

-¡¿Qué demonios haces?! –exclamó-. ¡Que hagamos eso con Mukuro-sama no significa que quiera hacerlo contig…!

No pudo acabar la frase porque Chikusa lo silenció con un beso.  Ken no se movió. Estaba arrinconado entre Chikusa y el lavabo, aunque si hubiese querido resistirse no le hubiese costado. Ken era demasiado orgulloso como para admitir que aquello le gustaba. Chikusa había sido todo para él desde que eran pequeños, igual que Mukuro. Ellos eran el único mundo que tenía, y a Chikusa no podía engañarlo.

Ken atrajo más a Chikusa hacia sí mientras el otro le acariciaba la espalda haciéndole estremecer. Ambos se dejaron llevar por el momento y se olvidaron de dónde estaban, de por qué estaban allí y de todos los demás que parecían estar ya de por sí entretenidos de una forma u otra.

En la despensa, al parecer Yamamoto ya ha terminado con Hibari. Este último aún no se ha podido incorporar ni subirse siquiera los pantalones. Yamamoto lo contemplaba satisfecho. Sin intercambiar una palabra más, cogió las cajas que su padre le había pedido y volvió a la sala de la fiesta, dejando allí a Hibari para lo que fuese que había ido en un principio.

Al entrar en la sala de la fiesta, se encontró con una sorpresa. Squallo se encontraba charlando con su padre, y al parecer se llevaban bastante bien. El espadachín no sabía cómo reaccionar, pero mientras pensaba, su padre descubrió  que había vuelto y le hizo señas para que se acercase. Tarde, Squallo ya lo había visto. No quedaba más remedio que ir y afrontar lo que fuese que se le viniese encima. Llevó la caja al mostrador, donde estaba su padre.

-Gracias, Takeshi –dijo su padre-. Tienes un amigo realmente simpático –añadió, refiriéndose a Squallo.

-Yo nunca dije que fuésemos amigos –replicó Squallo-. Pero bueno, la verdad es que hacía mucho tiempo que no nos veíamos.

-Ya… Claro… -dijo Yamamoto sin saber muy bien qué responder, aunque no borró su particular sonrisa de su cara.

Como Yamamoto estaba en su mismo lado del mostrador, Squallo alargó la mano y la introdujo dentro del pantalón del muchacho y acarició su miembro sin apartar los ojos de su rostro para observar la reacción del chico. Yamamoto no sabía qué hacer, pues su padre estaba delante y Squallo, divertido, parecía no querer soltarlo. Por suerte, su padre tenía cosas que hacer y no tardó en decirles que fuesen a dar una vuelta por el sitio. Yamamoto no tardó en alejarse del mostrador pero Squallo, quien todavía no lo había soltado, se situó detrás de él, rodeándole la cintura con el brazo libre.

-Busquemos un sitio más apartado –dijo, susurrando por primera vez.

-Va-vale… -respondió Yamamoto sin saber dónde meterse.

Optó al final por salir al patio, era el único sitio que se le ocurría y que estaba más cerca. Seguía nevando, pero no con fuerza. Podían pasar un rato allí sin que nadie los viese. Squallo todavía no lo había soltado, y Yamamoto sabía que aquello se le había puesto muy duro. Ya sospechaba cómo iba a acabar todo aquello. Squallo lo condujo hacia una esquina donde sería más fácil hacerlo. Lo arrinconó contra la pared y le bajó los pantalones sin dejar de masajear el miembro de Yamamoto, quien no sabía qué hacer, pues era la primera vez que tomaban el control sobre él de aquella forma.

Gokudera entretanto miraba con fiereza a Belphegor, quien no dejaba de sonreír.  El príncipe había logrado inmovilizarlo sin que él tuviese tiempo de darse cuenta con sus hilos invisibles, así que sus manos no podían alcanzar sus explosivos. Belphegor soltó su típica risita y tiró de los hilos para atraer a Gokudera como si fuese una marioneta. Gokudera quería resistirse, pero si tiraba demasiado en contra acabaría por cortarse con los hilos. Belphegor lo tenía todo planeado.

-El príncipe va a tener su caramelo –dijo Bel; acto seguido le lamió la mejilla a Gokudera.

-Maldito seas… -musitó Gokudera-. Acabaré contigo.

-Eso ya lo veremos –respondió Belphegor.

Con un rápido movimiento, ambos se encontraron en el suelo, y enseguida Bel se metió debajo de la mesa, tirando de Gokudera para meterlo a él también. El príncipe tenía ganas de divertirse, al parecer. Puso a Gokudera a cuatro patas y se colocó detrás de él. Gokudera no podía resistirse. Bel introdujo sus dedos en el interior de Gokudera, quien reprimió sus gemidos, pues había algo en la forma de actuar de Bel que le atraía. En cierto modo, quería ver cómo acababa aquello. Bel no tardó en bajarse los pantalones también y en acompañar a Gokudera en aquel momento de placer. Sus embestidas no eran suaves, eran constantemente fuertes, totalmente diferente a lo que Gokudera ya había probado, se le hacía casi imposible permanecer en silencio. No quería saber qué estarían pensando los demás que estaban en la sala, pero parecían estar todos bastante ocupados.

Tsuna ya estaba en el suelo, desnudo y abierto de piernas. Mukuro estaba haciendo realmente bien su trabajo. Tenía a Tsuna agarrado por las piernas y lo embestía suavemente mientras contemplaba su cara de gozo en el suelo. A ambos les caían gotas de sudor pero estaban disfrutando como nunca. Mukuro al fin tenía su preciado trofeo, Tsuna, mientras Ken y Chikusa disfrutaban de su momento a solas en el baño, como él sabía.

Ken había acabado postrado mientras Chikusa lo penetraba y jugaba con él. Los gemidos de Ken inundaban la estancia mientras Chikusa lo hacía lo mejor posible para que el otro disfrutase al máximo. Ken no tardó en sentir que se venía, y él y Chikusa lo hicieron juntos. Estaban sucios de nuevo, pero no importaba. Ken se tumbó en el frío suelo para descansar, y Chikusa lo hizo también, a su lado, abrazándolo. Aquel momento no podía ser mejor.

Mientras tanto, en la limusina, Xanxus abusaba con fiereza de Ryohei. Habían pasado ya de los calentamientos a la siguiente fase. Ryohei estaba por primera vez a cuatro patas, cuando de normal solía ser al revés, pero aun así no le pareció una experiencia desagradable, quitando que Xanxus lo trataba como si fuese un perro. El jefe de los Varia no se andaba con rodeos, sus embestidas eran fuertes y muy rápidas, y no dudaba en morder el trasero de Ryohei o arañarle la espalda. Era auténticamente feroz.